Optaron por el alquiler de vientre para ser padres y sus hijos nacen en medio de la guerra en Ucrania

Optaron por el alquiler de vientre para ser padres y sus hijos nacen en medio de la guerra en Ucrania

La invasión rusa puso a miles de madres sustitutas en una posición desesperada al tener que dar a luz en un búnker. Una infinidad de familias de todo el mundo, incluyendo argentinas, temen lo peor. ¿Por qué eligen realizar el procedimiento en el exterior pudiendo hacerlo en el país?

Como si una guerra, con todo lo que ello implica, no fuese suficiente calamidad, en medio del conflicto entre Rusia y Ucrania la vida sigue adelante (con todo lo que ello implica).

La gente enferma, muere. Y nace.

Las imágenes de un bombardeo a una maternidad en Mariupol dieron la vuelta al mundo, por lo atroces dentro de un conflicto inaudito en sí mismo. No hace falta ser madre o padre para comprender que dar a luz en en un búnker bajo tierra para no morir en un bombardeo dista mucho de ser una situación que alguien guste de atravesar.

Ahora, ¿qué pasa cuando el hijo que se está por traer al mundo es de otra familia? ¿Qué cuando quienes se están por convertir en padres están del otro lado del mundo temiendo por la vida que más esperaron y por la que darían la suya propia?

Es lo que ocurre con las cientos de madres subrogantes que dieron o están por dar a luz hijos de familias de diferentes países en medio de la guerra.

Katerina forma parte del departamento español de la clínica BioTexCom, una clínica internacional de reproducción humana, que brinda servicios de maternidad subrogada, y a donde concurren la mayoría de los argentinos que eligen ese destino para llevar adelante un embarazo por alquiler de vientre.

Desde Ucrania, y en diálogo con Infobae, contó que “a principios de la guerra la estadística arrojaba un total de 600 mujeres ucranianas embarazadas, y sólo en el departamento español nacieron 15 bebés el marzo pasado”.

Consultada acerca de cuáles son los mayores temores de las madres subrogantes, así como de las familias que están a la espera de que nazca su hijo, la joven de 22 años contó que “las madres subrogantes tienen sus propios niños biológicos, por eso muchas veces quieren escapar del país o por lo menos escapar del este de Ucrania”. “Nosotros les ofrecemos sitio en una ciudad tranquila en Ucrania, porque allí podemos asistirlas en cualquier momento, claro que además la clínica les paga por comida, medicamentos, etc -confió-. El problema es que las gestantes deben dar a luz en Ucrania, porque en el territorio de otro país las leyes son otras y es diferente la regulación de la gestación subrogada”.

Por su parte, “las familias siempre están en contacto con las gestantes; están muy preocupados y les escriben mucho”, según relató Katerina, quien sostuvo que “algunas parejas no están preparadas para ir a Ucrania en esta situación, pero otras podrían ir hasta Mariupol a buscar su bebé”.

“Algunas tienen mucho miedo, pero otras dicen que si los ucranianos pueden quedarse en su país, entonces ellos pueden ir a recoger a sus bebés -continuó contando cómo la guerra atraviesa este aspecto de la vida de tantas familias en todo el globo-. Hay muchas familias que no pueden venir a recoger a sus hijos por el temor. Nuestros jefes decidieron que era mejor cuidar a los bebés en Kyiv que viajar con ellos en caminos peligrosos, no podíamos correr tanto riesgo”.

Además, sin olvidar que todo ocurre en medio de una pandemia que no terminó, Katerina, agregó: “En nuestro refugio antibombas hay otros bebés un poco más grandes y esto llama mucho la atención de algunas familias que preguntan por qué hay bebés que parecen mayores. La respuesta es que son niños de padres chinos, donde las restricciones de coronavirus se pusieron graves antes de que empezara la guerra en Ucrania y por eso no nos pudieron venir a recogerlos en ese entonces”.

Fabiana Quaini es abogada especialista en derecho internacional de familia, y ante la pregunta de este medio acerca de cuál es la situación de las familias que tenían iniciada una subrogación de vientre en Ucrania antes de que estalle el conflicto, explicó: “Muchas gestantes dejaron el país y están en Europa y aún embarazadas. En los casos que manejo, la idea es que den a luz en CABA, así con los consentimientos que tenemos se inscriben a nombre de los padres de intención. Lo ideal es que vuelen antes del mes siete de embarazo. Por el momento, no veo factible que den a luz en Ucrania”.

“Hay ya muchos chiquitos que están en Argentina, nacidos en Ucrania, pero sin partida de nacimiento -detalló la letrada-. Si Kiev vuelve a la normalidad es posible que emitan las partidas y se logren inscribir aquí entre tanto. Hay que esperar, al menos tienen pasaportes de emergencia emitidos por el gobierno argentino. Los que nazcan en Alemania u otros países, habrá que hacer aquí luego alguna impugnación de maternidad como se hacía en la ciudad de Buenos Aires antes de octubre del 2017 (año en que se autorizó la gestación solidaria en CABA para algunos casos especiales), en fin todo tiene solución con un poco de buena voluntad, lo importante son las vidas, no los papeles”.

– ¿Por qué cree que familias argentinas eligen hacer el procedimiento en el exterior pudiendo hacerlo acá?

– Depende del país. En Estados Unidos porque el hijo será americano, eso es bueno para el día de mañana. Ucrania, Georgia, México o Colombia, es probable que sean destinos elegidos porque allí no tienen que buscar su propia gestante; pagan el procedimiento y obtienen todo.

Tanto en Ucrania como en Georgia se paga a la gestante y eso figura en un contrato. Los niños que nacen son apátridas para dicho país. Sin embargo, no pueden acudir parejas del mismo sexo ni monoparentales.

Canadá es aún comprensible por el pasaporte, pero el motivo de la elección de los demás países no tiene una sola razón.

– ¿Qué es lo que la ley argentina permite en cuanto a subrogación de vientre?

– Especialmente CABA ha abierto la posibilidad de que cualquier persona sin importar su orientación sexual pueda ser padre a través de la gestación solidaria, es decir una mujer que lleva el hijo de otra persona en su vientre. Lo más importante es que esa mujer gestante no aporta su propio óvulo, lo que se llama gestación tradicional. En segundo lugar, se establece que se haya firmado un consentimiento previo libre e informado y esté protocolizado, donde los padres procreacionales entienden que serán los padres del niño que nazca y la mujer gestante que no tiene voluntad procreacional de ser madre y que lo hace para ayudar a los reales padres, titulares del embrión a transferir.

Son los médicos y psicólogos, quienes deciden desde su ciencia y desde lo ético, cuándo es posible hacer una subrogación uterina y cuándo no. Y a esos fines evalúan salud, contexto, y demás ítems en la gestante, en los pretensos padres, y también en el niño por nacer.

“El tratamiento se da para aquellas parejas que tengan algún problema que impide la gestación o para las parejas igualitarias. Esto define dos perfiles distintos de pacientes, ya que no es lo mismo la imposibilidad de gestar, que abrir una nueva posibilidad donde no había ninguna”. Florencia Inciarte es médica ginecóloga especialista en fertilidad (MN 92202) y coordinadora del programa de subrogación uterina de Halitus Instituto Médico, y aclaró que “las parejas o personas individuales llegan con su portadora que es una persona conocida, familiar o amiga. No se provee portadora, sino que la traen ellos”.

Y tras asegurar que “se forma un equipo multidisciplinario, y esto es fundamental para evaluar desde todos los aspectos tanto a padres procreacionales como a la subrogante”, la especialista destacó: “Que haya un médico, una psicóloga que estudie a los pacientes, eso nos va a permitir evaluar si se usan gametas propias, si se necesita donadas, etc. Asimismo, un médico y psicólogo atienden a la gestante, y garantizan que se haga los estudios y todos estén bien, y si está la indicación de avanzar se firman los consentimientos con los abogados”.

Ante la misma pregunta de por qué cree que familias argentinas eligen hacer el procedimiento en el exterior, Inciarte respondió: “Entiendo que en general por falta de conocimiento que lo pueden hacer acá. O porque directamente no saben, o porque no conocen o no saben cómo hacer para conseguir quien les lleve adelante el embarazo. Porque se enteraron o googlean y explotan las posibilidades en otros países”.

“Básicamente porque desconocen las posibilidades que existen en el país o piensan que afuera es mejor -opinó-. Inclusive todavía nos consultan aquellos que tienen indicación de hacer subrogación y nos preguntan dónde la pueden hacer. Y se sorprenden cuando les decimos que en Halitus lo hacemos”.
Una historia en primera persona

Marina y Santiago (tales nombres de fantasía debido al cuidado de su privacidad pedido por la fuente) conocieron a su hijo a dos días de su nacimiento, cuando pudieron encontrarse los tres en el búnker de la Clínica donde había salido del vientre que sus padres habían subrogado para que su llegada al mundo fuera posible.

Le tocó nacer en medio de un conflicto bélico. Y pese al periplo y el riesgo que significó el desenlace de este embarazo, Marina asegura que “lo volvería a hacer una y mil veces”.

“No hay guerra que detenga el amor”, dijo la mujer en diálogo con Infobae, para luego contar cómo y por qué decidieron subrogar un vientre en Ucrania. “Después de muchos años de tratamientos fallidos, Ucrania nos dio la posibilidad de ser papás, nuestro mayor sueño. Elegimos ese país por la organización, transparencia y legalidad que nos ofreció en nuestro caso BioTexCom”, contó sobre el centro con más de dos décadas de experiencia, que recibe parejas de todo el mundo.

“Cabe aclarar que en nuestro caso fue con gametos propios; en otros casos BioTex sí o sí exige que uno de los dos padres aporte los mismos, ya sea óvulos o esperma, ya que no aceptan la doble donación de gametos -continuó explicando el procedimiento-. La gestante la seleccionan los médicos y les brindan todos los cuidados durante los nueve meses de embarazo”.

Cuando la pareja creía estar cerca de cumplir su sueño de ser padres, el destino les puso otro obstáculo: “Se desató una guerra, algo impensado, una locura, pero nadie dijo que sería fácil. Llegamos el 18 febrero a Kiev, y el 24 estalló todo; nuestro hijo nació dos días después, el 26 y tardamos otros dos días más en poder encontrarnos”, recordó la mujer. Y continuó: “Él estaba en el búnker de la maternidad y nosotros en el búnker de la residencia de la embajadora argentina Elena Mikusinski”.

El 28 lograron llegar a la maternidad y tener a su bebé en brazos. “Y en ese instante el mundo se detuvo por completo, es una sensación inexplicable y como digo desde ese momento: él llegó a enseñarnos cómo es que se aprende”.

Consultada sobre si en algún momento temieron por sus vidas, se sinceró: “Varias veces”. Es que con 48 horas de vida y abrigado del frío invernal entre la ropa de su madre, el niño recién nacido y sus padres subieron a un vehículo que dispuso la Embajada Argentina en Ucrania con el objetivo de llegar a Bucarest, la capital de Rumania, última frontera de Ucrania hacia el sudoeste.

“Si bien todo el operativo había sido perfectamente orquestado, no había demasiado tiempo. Mi marido manejó 17 horas sin parar entre la niebla, la nieve y un frío aterrador”, relató la mujer, al tiempo que recordó: “Durante el viaje nos pararon unas 20 veces. Nos rodeaban las camionetas y entre 10 y 12 personas con armas largas y nos apuntaban hasta que bajábamos el vidrio, mostrábamos documentos y la nota que había escrito la embajadora en ucraniano explicando nuestra situación. Estábamos circulando durante la noche y con toque de queda, fue una locura de la que en ese momento no tomamos dimensión”.

Desde el 20 de marzo ya se encuentran los tres en Argentina (debieron esperar a que el bebé cumpla los 21 días recomendados por la neonatóloga de Rumania), Marina ahora hizo propia una de esas frases que solía escuchar, pero sólo la llegada de ese bebito tan esperado a su vida le permitió comprender: “Ahora entiendo cuando se dice que uno por los hijos hace lo que sea”.
Por qué Ucrania

Damián no quiso dar más datos de sí mismo que su nombre de pila, y prefirió definirse como “el papá de Bernadette”, su pequeña hija de tres años y medio, que nació por subrogación de vientre en Ucrania.

Ante la consulta de Infobae aseguró que “más allá del contexto de la guerra, el trasfondo de por qué las familias eligen Ucrania es el mismo”.

Y ahondó en el recorrido que hicieron con su esposa hasta lograr convertirse en padres: “Cuando nos dimos cuenta que había complicaciones para ser padres fuimos haciendo todos los pasos que indica la ciencia, y como no sabíamos quién de los dos tenía el problema, primero me hice los estudios yo porque es más sencillo y porque son muy invasivas las intervenciones médicas para las mujeres. Así, podíamos tener el 50% de las respuestas sin que mi mujer se sometiera a prácticas tan incómodas”, comenzó a contar el hombre de 53 años.

En los estudios médicos se supo que su mujer tenía las trompas obstruidas, algo muy común si de causas de infertilidad se trata. Hicieron en total 11 tratamientos de fertilidad, y pese a que uno de los intentos había resultado positivo, finalmente perdieron ese embarazo. En ese punto, el médico que los atendía les recomendó que por cuestiones de salud física, mental y por razones económicas era momento de ponerle un punto final a la búsqueda por esas vías.

Y pese a que creían haber pasado por lo peor, iniciaron el camino de la adopción, y luego de ocho años de espera en el Juzgado de Familia que les correspondía por su domicilio, el hombre recordó que allí pasaron “humillación, destrato, decidía, y todas las situaciones que le hacen mal a una persona”. Fue en ese momento que, junto con su mujer buscaron la posibilidad de adoptar un niño en la provincia de Misiones. “Siempre dentro del marco legal; nunca pasó por nuestra cabeza hacer algo que no fuera legal. Nosotros no necesitábamos un hijo para salvar un matrimonio, ni por saldar una asignatura pendiente: teníamos desde siempre el deseo de ser padres y de completar una familia con la llegada de un hijo”, aseguró.

Y tras destacar que “cuando todas esas alternativas no prosperaron” se contactaron con una abogada para ver la posibilidad de tramitar una adopción en Rusia, ya que sabían de muchas familias que habían adoptado de manera totalmente formal en ese país, Damián sostuvo que fue esa letrada quien les propuso hacer una subrogación en Ucrania, “entre otras cosas por el marco legal”. “Una de las cosas que tiene Ucrania a diferencia de otros países del mundo es que si la pareja no está casada, y si una de las partes no aporta el material genético no hay posibilidad de hacer el tratamiento -detalló-. Además, hay que enviar un certificado emitido por un médico que constate el impedimento que se tiene para lograr un embarazo; ellos son muy exigentes en el marco legal y con los requisitos que piden”.

Para él, “muchas de las críticas que reciben estas prácticas vienen a raíz de muchos famosos que acudieron a hacer tratamientos en los EEUU y banalizaron mucho el tema, lo que llevó a que ante los ojos de la sociedad se genere confusión”.

“Yo viví casi dos meses en Ucrania, y ni en lo personal ni entre las más de 100 familias argentinas que fuimos padres por esta vía en ese país tuvo alguien algún problema legal, de de salud o de otra índole”, sintetizó el hombre, quien no hizo más que enfatizar “el respeto por la ley” que enmarca el nacimiento de estos bebés al asegurar: “Todos para volver a nuestras casas cruzamos aeropuertos, con pasaporte emitido por la embajada argentina, con una partida de nacimiento, con dos ADN que nos da la clínica (uno realizado en Ucrania y otro en Texas, EEUU), y al llegar al país, a los cinco días hicimos el DNI de nuestra hija como corresponde”.

Finalmente consideró que “en Argentina se podría hacer todo igual o mejor, debido a la calidad de los médicos y laboratorios, que no tienen nada que envidiar a lo que se hace en el resto del mundo, al igual que la infraestructura, y de hecho habría muchas familias dispuestas a hacerlo en el país”. Pero la seguridad legal que les da hacerlo en el exterior es lo que los lleva a hacerlo de este modo.

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