Creencias que te perjudican en el camino de la búsqueda de un hijo
“Si tengo el hijo, todo va a estar bien”
En muchas ocasiones, creemos que un hijo va a reparar algo que está mal por defecto en nuestras vidas, ya sea a nivel personal o en la pareja… Puede que haya áreas de nuestra vida que no estan estables y pensemos que si tenemos un hijo nuestra vida mejorará en general
El hijo sí trae felicidad pero no arregla los asuntos pendientes. Incluso la propia tarea de ser padres va a añadir más retos, no menos. La vida sigue. Tenés todo el amor porque son adorables, dan mucha plenitud… pero no borran lo que queres ignorar, sigue estando ahí.
“Si le damos un hermanito a nuestro hijo, él será más feliz”
Esta creencia suele ser un ideal de completud. Creemos que ese segundo hijo dará al que ya tenemos la experiencia de tener un hermano, compartir… en vez de ser un hijo único en “soledad” y que no se vuelva “egoísta o malcriado” pero conviene que mirar bien desde qué lugar elegimos buscarlol. ¿Desde dónde lo estamos decidiendo? ¿Viene este segundo hijo a cumplir un rol? Cuando sufrimos porque el segundo hijo no llega conviene revisar la motivación.
“Si tengo un bebé, será el bebé perfecto”
Es importante soltar el ideal del hijo que pensabas tener, saber reconocerle sus imperfecciones, sus dificultades… algo diferente, de lo que pensabas que iba a ser. Este reto es saber separar el bebé real del bebé ideal, devolverle su destino y aceptar lo inevitable que la vida le traiga.
Cuando alguien lleva mucho tiempo en el proceso de buscar hijos por reproducción asistida puede surgir otra fantasía también: que el bebé puede sanar todo ese dolor del proceso de infertilidad, y a veces se acentúa cuanto mayor es el tiempo de espera. Pero suele suceder que ese dolor queda en la persona de alguna manera, porque fue un camino difícil. Honrarlo como parte de la historia personal de uno y hacerle espacio es una manera de soltar esta fantasía.
¿Cómo se puede acompañar a abordar estas creencias?
Es importante tener en cuenta las creencias desde el principio y saber que están ahí: acompañar en el dolor y en el momento que vayan surgiendo, para después irlas cuestionando, empezar a preguntarte si realmente es así, si son totalmente ciertas.
Abrirse a las posibilidades de alegría y felicidad sean cuales sean las circunstancias… Por lo menos contemplar la posibilidad. En otras palabras, dar un salto de fe: primero cuestionarme si lo que creo me dará felicidad es verdad… ¿Es esto cierto? ¿Es esto absolutamente y totalmente cierto? Dudar de lo que se cree es uno de los grandes puntos de inflexión… Ahí es donde uno puede abrirse a estar bien sea lo que sea que la vida me traiga.