El origen del conejo y los huevos de Pascua y su relación con la Fertilidad

El origen del conejo y los huevos de Pascua y su relación con la Fertilidad

Hoy en día, la Pascua es una festividad cristiana que celebra la resurrección de Jesús.

Es un día de especial alegría para los niños, que tienen la oportunidad de correr por toda la casa, departamento o jardín, buscando huevos de Pascua (normalmente de chocolate con confites o sorpresa dentro) que dejó el conejo (o liebre) de Pascua.

¿Pero cuál es el origen de esta tradición y de la figura del conejo?

Se relaciona el origen de la Pascua a la diosa germana de la primavera: Ostara. Es uno de los hermanos Grimm quien la retoma en su Mitología Alemana. Ostara es la diosa de la fertilidad y del amanecer o despertar de las fuerzas de la germinación. De esta diosa se desprende el nombre de la Pascua en alemán, Oster y en inglés, Easter. En Sajonia, esta diosa era conocida como Eostre y la liebre era su animal emblemático. Asimismo, en las tradiciones celtas y escandinavas, la liebre era el símbolo de la diosa madre.

La elección del conejo se debe a su prolífica capacidad de procreación, de gran valor simbólico en una temporada de fiestas dedicadas a la fertilidad de la tierra tras el invierno.

Con el paso del tiempo, el conejo y la liebre adoptaron las cualidades de las diosas: la fertilidad, la procreación y la vida que llegan con la primavera luego del equinoccio.

¿Pero por qué deja huevos de chocolate un conejo?

Se piensa que el origen de la tradición de comer huevos al finalizar el invierno es una reminiscencia de la Edad de Hielo. Tras el duro invierno, y cuando apenas quedaban provisiones, con la llegada de la primavera volvían las aves desde el sur (esto solo es aplicable al hemisferio norte) y empezaban a poner huevos, de los que se alimentaban los seres humanos hasta que podían volver a cazar con la llegada de mejores temperaturas.

Fue en la región germana en donde más fuerza cobró la figura del conejo y se creó una figura alrededor de la Pascua (Ostern) conocida como Osterhase (liebre de Oster/Pascua). La leyenda apunta al huevo como representación de vida nueva, y para las religiones cristianas también simboliza a Cristo. Es en este punto en donde la tradición pagana se mezcla con la cristiana: debido a que en la cuaresma no se podía comer huevo por el ayuno, los hervían para conservarlos y los pintaban de rojo para simbolizar la sangre y el sacrificio de Cristo. Cuando llegaba la Pascua, se rompía el ayuno y se comían los huevos.

En la Edad Media, el intercambio de huevos se hacía con huevos de tortuga, a los que se trataba la cáscara mediante diferentes procesos para decorarla. Muchas veces eran verdaderas obras de arte.

El hecho de asociar el huevo con la fertilidad y por coincidir la Pascua con la estación primaveral, estación fértil por excelencia, hace que haya quedado establecido en toda Europa como símbolo de la Pascua. De modo que muy pronto los pasteleros de época comenzaron a elaborarlos utilizando distintos ingredientes. Primero fue el azúcar, luego el chocolate.
La elaboración y decoración de un huevo de chocolate como tradición pascuense se remonta al siglo XIX.
El intercambio de huevos de Pascua de chocolate está muy extendido en diversos países de Europa y América, como Polonia, Alemania, República Checa, Eslovaquia, España, Italia, Francia, Estados Unidos, Norte de México, Argentina, Brasil, Uruguay, Chile, Perú y Paraguay.

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