Intimidad sin besos ¿Cómo?
Hace algo más de 90 días el mundo se nos dio vuelta y nuestra vida se puso patas arriba debido a una partícula microscópica muy peligrosa. De pronto nuestras certezas se volvieron incertidumbre y nuestro presunto saber hacer se evaporó. Adiós a las cosas que dábamos por sentadas. Nos hubiera parecido ridículo e increíble si hace 90 días nos hubieran anticipado que la globalización cultural consistiría principalmente en un conjunto de reglas de higiene doméstica que nos indican pasárnosla limpiando, frotando, descontaminando y permaneciendo en nuestras casas la mayor parte del tiempo. Si se nos pudiera ver a cada uno desde el espacio, podríamos asemejarnos, dentro de nuestras casas, a bebés resguardados dentro del útero materno, teniendo como cordón umbilical que nos nutre, a los medios de comunicación que nos van transmitiendo las pautas que necesitamos saber para llegar a buen término, mientras angustiosamente esperamos y rezamos por una vacuna, un medicamento o algo que nos vuelva a hacer sentir orgullosos de pertenecer a la generación tecnológicamente más avanzada de la historia de la humanidad.
Las prioridades se han modificado fenomenalmente
Muchas cosas que parecían importantísimas, se han corrido hacia el fondo de nuestras mentes; lo que ocupa el lugar más importante ahora es cómo hacer para permanecer sanos, para sobrevivir. Las personas buscan frenéticamente un fugaz momento de seguridad durante el día, en el trabajo online, en los chats con amigos, en los intercambios de consejos y videos, en las videoconferencias familiares, en las charlas de maestros espirituales, en la meditación y en las gárgaras con uno u otro producto, mientras invade la angustia por los médicos y enfermeras, por los trabajadores en las calles y por las personas que están en situación de mayor vulnerabilidad y carencia.
Nuestras emociones oscilan cien veces por día, de acuerdo a lo que escuchamos y vemos en las noticias. No podemos negarlo ni avergonzarnos; todos tenemos miedo de enfermarnos y morir o que le suceda algo a nuestros seres queridos y eso es normal en estas circunstancias. Estamos viviendo en una situación que nos produce distrés, o sea estrés crónico y nuestra adrenalina y cortisol están inundando nuestro sistema biológico. Funcionamos en modo supervivencia.
Procreación y trascendencia; placer e inmunidad
Como médica sexóloga no puedo menos que recordar las funciones de la sexualidad: Procreación y trascendencia; placer e inmunidad; autoestima y seguridad y por último pero no menos importante comunicación y perdurabilidad de la pareja. Todas ellas, funciones generadoras de oxitocina y endorfinas entre otras hormonas y neurotransmisores que son el antídoto de las hormonas del estrés. Pero resulta que la sexualidad hoy día también tiene sus reglas, del mismo modo que todo lo demás: lo que comemos, como respiramos en el exterior de nuestros hogares de forma segura, como hacemos las compras y como nos aseamos. Los infectólogos nos han dicho que la sexualidad es más segura sin besos, entre otras indicaciones.
Vivir en modo supervivencia significa ser disciplinados/as y respetar las pautas que nos defienden del peligro. Si algo estamos aprendiendo en estos tiempos es que NO PODEMOS HACER LO QUE SE NOS ANTOJA PORQUE PODEMOS DAÑARNOS A NOSOTROS Y A QUIENES NOS RODEAN. Son momentos de desechar los impulsos individualistas y actuar con la mirada puesta en las consecuencias.
Sin embargo, la sexualidad puede llegar a ser un recurso importantísimo en estos momentos. Con ella convocamos a nuestro potencial de transmitir y recibir energía vital y ello nos mueve desde un lugar opresivo a un espacio de libertad y poder. Desde hace muchos años nos referimos a la sexualidad en su concepto más amplio, de actividad emocional, espiritual y física, cuyo órgano más importante es el cerebro; y en esta circunstancia limitante del despliegue físico, este concepto tiene más vigencia que nunca. No se trata en este momento de que lo que llamamos libido, deseo o una legítima necesidad sexual, sea la impulsora de la acción, o de la inacción en el caso opuesto de que la libido esté aplastada por las preocupaciones que capturan toda la energía. Se trata de otra cosa, de estimular voluntariamente el órgano sexual principal, el cerebro, porque haciéndolo, activamos una fuente formidable de placer e inmunidad. Se trata de construir un lugar emocional que nos permita sentirnos seguros y habilitados.
Salir del modo supervivencia y linkearnos al modo energía vital
Pero ¿cómo accedemos a ese capital de energía sin besos motivadores, sin el tipo de contacto físico que era nuestro recurso para entrar en clima? Nuestra corteza cerebral dispone de muchas vías neurológicas para encontrar la manera y es tiempo de experimentar nuevas formas de lograrlo. En nuestra corteza cerebral se encuentra la representación neurológica de cada uno de nuestros órganos, por lo tanto podemos, con el pensamiento, generar todas las fases de la respuesta sexual y por supuesto, evocar y recrear besos y otros contactos. Pero antes que eso y primero de todo, para lograrlo, tenemos que salir del modo supervivencia y linkearnos al modo energía vital, porque el modo supervivencia destina la energía a otras prioridades. Cuando linkeamos a nuestra energía amorosa, podemos ingresar a nuestro mundo sexual sin siquiera tocarnos, con nuestros pensamientos, con las palabras, con las miradas, con nuestros gestos, con las expresiones de nuestra voz y con cada acción que compartimos con nuestra pareja, sea esta acción cocinar, limpiar, cuidar a los niños o escuchar música. Desplegar voluntariamente nuestro buen humor, aunque no tengamos ganas y desarrollar una actitud amorosa hacia nosotros mismos y hacia nuestra pareja, aunque sea un esfuerzo, es una de las claves. Pero, estamos hablando de sexualidad? Claro, porque para que nuestro cerebro invoque al deseo necesitamos sentir primero que estamos acompañados, que somos escuchados y que podemos escuchar, que la comprensión y el cuidado mutuo van fluyendo, no porque nos resulte fácil, sino porque nos resulta dificilísimo y eso es mucho más valioso. Un filósofo definió la intimidad como “la celebración de nuestras vulnerabilidades”, cuando sentimos que el otro nos aprecia con nuestras debilidades, no solo por nuestros logros; cuando podemos reposar con confianza en el otro. Cuando se nos mira con respeto.
Tomemos entonces una decisión saludable: destinemos cada día, 15 o 20 minutos para conectarnos a la propia vitalidad. Las parejas con niños también pueden hacerlo, cuando los niños están jugando o durmiendo e incluso aunque estén dando vueltas por la casa. Los padres, pueden conectarse entre sí en todos los momentos de la rutina cotidiana y también a través de la tecnología, por ejemplo, por medio de un chat mientras circulan por la casa y se ayudan mutuamente en las tareas con ánimo agradable y calmado. Decirle a un niño “estoy hablando con papá/mamá sobre algo importante“, es un mensaje para los niños, acerca del buen vínculo entre sus padres y eso les brindará mucha seguridad y calma, tan necesaria ahora.
Y si se logra esto, construir momentos de calma y confianza dentro de cada uno y entre las parejas, podemos estar seguros de que la intimidad se expresará en todo su esplendor y nunca habrá sido tan apreciada, aún sin besos.
Dra. Beatriz Literat
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