La crianza en el contexto de los nuevos modelos familiares
Vivimos una época que desnaturaliza los conceptos e ideas tradicionales sobre género y familia. Hoy la idea de una familia tradicional – entendida como aquella conformada por padres heterosexuales unidos en matrimonio con hijos-, convive junto con otras formas de familias no tradicionales y modernas. Madres o padres solteros por elección, familias homoparentales, familias con hijos nacidos por fertilización asistida, e incluso el novel modelo de la copaternidad.
En ese contexto, la crianza también comenzó a pensarse como un hecho más allá de lo biológico y que es compartido por los padres, exista o no, un vínculo amoroso entre ellos. La crianza no es una función de la madre desprendida de su condición de ser mujer, sino que es un espacio vincular en el cual padre y/o madre despliegan sus recursos personales en pos de acompañar a ese niño en su desarrollo humano.
Esta manera de concebir la crianza necesita otras miradas para abordarla, por eso la conformación de los grupos interdisciplinarios son un diferencial a la hora de pensar, orientar y acompañar a los padres y a las madres en la construcción del vínculo con el hijo más allá de un modelo y más cerca de los afectos y las emociones.
La interdisciplina es la aliada para derribar barreras y construir puentes entre lo que sabemos y lo que nos demanda la actualidad. El trabajo de puericultoras, doulas, sexólogos y psicólogos, permite entender y dar recursos a estos padres vanguardistas que se animan a la procreación en tiempos de cambios.
Se presentan nuevos interrogantes, algunos como: ¿Cómo es posible la crianza en el contexto de los nuevos modelos familiares? ¿Cómo se construye el “apego” en un vínculo madre-hijo nacido por subrogación uterina? ¿Cómo se arma un vínculo temprano con un bebé gestado por una portadora? ¿Es posible el “apego” en niños nacidos por donación de gametas? ¿Cómo construyo momentos íntimos con mi pareja?
En las familias donde el deseo de ser padre o madre se ha puesto a prueba debido a la gran cantidad de obstáculos implicados en la llegada de ese hijo, se observa mayor tolerancia y disposición para la crianza, que en familias donde la concepción se dio de manera natural. En general, presentan más interacción y mayores niveles de satisfacción parental.
Según estudios realizados se descarta que el vínculo genético sea una condición para desarrollar el sentido de pertenencia y de identidad en una familia. Entonces si ni el parentesco genético con los padres, ni la presencia de dos progenitores, ni la orientación sexual de los mismos afectan el desarrollo psicológico de los individuos, debemos establecer qué es lo que condiciona positiva o negativamente el mismo.
Se ha comprobado que lo que sí tiene un alto impacto en la calidad del desarrollo psicológico y emocional de una persona es el haber tenido durante la infancia una relación emocional estable con al menos un adulto. También se sabe que la calidad del vínculo entre los progenitores, en el caso de que haya dos en la familia, brinda un sentimiento de seguridad en el hijo. No es la ausencia de conflicto en la relación, sino el manejo adecuado del mismo. Poder establecer límites claros es otro factor importantísimo para que una persona pueda crecer con herramientas emocionales y psicológicas adecuadas. La construcción y acuerdo de límites colabora positivamente en la instalación de hábitos, que son una parte indispensable de la crianza.
En este mundo moderno, intervenido por la ciencia y atravesado por la cultura, la crianza dejó de ser un hecho de la biología para pasar a ser un verdadero acto donde padres y madres necesitan generar recursos y lenguajes para habitar un espacio, muy particular y único, el vincular. Ese es el verdadero espacio de la crianza, es ahí donde padre y/o madre deben “hacer” en el marco de la individualidad de su hijo.
Los equipos de crianza trabajan en este sentido ayudando a cada padre/madre a hacer lo que nadie más puede realizar mejor que ellos mismos: la crianza de sus hijos.