43 años de la primera bebé de probeta: de la infertilidad a la voluntad procreacional
El nacimiento de Louise Brown el 25 de julio de 1978, marcó un antes y un después en el manejo de la pareja infértil. Desde ese momento, la ciencia atravesó hitos como la posibilidad de criopreservar embriones, óvulos, tejido ovárico y testicular. También, la aparición de la inyección de un solo espermatozoide a cada óvulo (ICSI), que fue la solución para muchos casos en los que el embarazo no se podía lograr por presentar una alteración en los espermatozoides.
Se dieron mejoras en: drogas para la estimulación ovárica, medios de cultivo, equipamiento de laboratorio y en técnicas de criopreservación. Pasamos de una época más artesanal a una más estandarizada, más controlada, con mejoras sustanciales de todo tipo y obviamente, en los resultados.
En ese proceso la emoción fue tan grande, que creímos que no había caso de infertilidad que no se pudiera resolver. Hoy sabemos que no es así.
Aprendimos que más allá de tener un embrión viable para lograr un embarazo con resultado positivo, era necesario tener también un endometrio receptivo. Que esa receptividad podía verse alterada en el ciclo de la estimulación ovárica y que en esos casos era mejor criopreservar los embriones para ser transferidos en otro ciclo. Hoy en día podemos saber, gracias al diagnóstico genético preimplantatorio, cómo están los embriones.
Otro aprendizaje en este camino fue que la mente y el cuerpo se influyen mutuamente. Y cuán importante es, a través de técnicas complementarias, movilizar los recursos propios que el cuerpo tiene para funcionar lo mejor posible.
Sabemos también, que siempre que exista la posibilidad de lograr el embarazo por la vía natural, aunque no llegue, hay que seguir trabajando sobre eso. Porque en situaciones en que las técnicas más sofisticadas fracasaron, el embarazo se presenta en el momento menos esperado.
El cambio más sustancial
Pero más allá de lo que la ciencia logró, hubo cambios socioculturales que ubican a las técnicas de reproducción asistida en otro lugar. Ahora, no es sólo la pareja que busca un embarazo, sino la o las personas que buscan tener un hijo. Pasamos de la consulta de una pareja conformada por hombre y mujer que presenta un problema de infertilidad, a personas que vienen con un deseo y necesitan de la ciencia para poder tener un hijo.
Ejemplo de ello es la mujer sola, que puede tener o no un problema de infertilidad, que se acerca porque va a necesitar recurrir a semen donado. O un hombre solo o una pareja homosexual quienes van a necesitar acudir a la donación de óvulos y a la subrogación de vientre. O una pareja de dos mujeres que van a tener que recurrir a la donación de semen y a la inseminación en el caso que lleve adelante el embarazo la misma que aporta el óvulo, o a una fertilización in vitro si es que van a utilizar el método ROPA, en el que una de las dos aporta los óvulos y la otra lleva adelante el embarazo.
Todos estos cambios se ven reflejados en el nuevo Código Civil y Comercial donde prima la voluntad procreacional al momento de definir quiénes son los verdaderos padres. Ya no necesariamente madre es la que pare. Padres son los que tuvieron la voluntad de serlo.
Aprendimos que no todo es la fertilización in vitro, que lo que a una persona le hace bien a otra no, y que cada vez tenemos más herramientas para poder llevar adelante estudios y una terapéutica personalizada.
Nosotros, los “fertilólogos”, somos los directores de orquesta de un grupo interdisciplinario: andrólogo, endocrinólogas, inmunólogas, genetistas, nutricionistas, counselor, psicóloga y psiquiatra, sexóloga y nurses. Además, cuando corresponde, asesorarnos en lo legal por una abogada. Porque las leyes todavía no pudieron acompañar todos estos cambios.
Este mes, aniversario del nacimiento de Louise Brown, festejamos un año más de un recorrido en el que las técnicas de las que disponemos son herramientas para ayudar a más personas a tener hijos. Y para los que no podemos ayudar, seguimos investigando. Adelante, queda aún mucho más.