La infertilidad es una enfermedad que podemos prevenir y atender.
La maternidad es parte de la vida y hasta del instinto. Por supuesto, hay parejas que deciden no tener hijos y pueden llevar vidas felices y plenas. Pero nadie puede instar u obligar a la resignación a aquellos que desean fervientemente traer un bebé al mundo.
El deseo de un hijo es uno de los anhelos más sublimes y tenaces de la vida. En ocasiones, es como si a las familias embarcadas en esa búsqueda los invadiera la infertilidad y se hiciera cargo de sus vidas.
Aunque haya quienes todavía lo discutan, la infertilidad es una enfermedad: un sistema que no cumple sus funciones –en este caso, el reproductor– está enfermo. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), que también la reconoce como tal, la padecen casi cincuenta millones de parejas en el planeta.
Muchos factores impactan en la calidad de vida y pueden alterar la capacidad reproductiva: desde el estrés y el tabaquismo hasta el consumo de drogas, el medio ambiente y las enfermedades de transmisión sexual (ETS); también, por supuesto, la edad.
Cada caso es único e irrepetible, pero existen sentimientos que a menudo se comparten y reciclan: la ansiedad, la ilusión, la frustración, la desesperanza, la envidia, la vergüenza, la ira, la depresión… Y la inmensa felicidad de quienes finalmente logran el embarazo, el parto y la familia que siempre soñaron.
Quizás el cambio social más trascendente sea que la mujer prioriza su desarrollo profesional y retarda la creación de una familia. Al mismo tiempo, las parejas se construyen más tarde, deciden extender su tiempo de estar solos y tienen menos hijos.
Sin embargo, desde el punto de vista biológico, el momento ideal para que una mujer conciba un hijo sigue siendo alrededor de los 25 años, que es su período más fértil. Lo que constituye un claro punto de inflexión para contrastar esa realidad es que el avance de la ciencia generó una cantidad de herramientas y técnicas que ayudan a que ahora la concepción muchas veces pueda lograrse a una edad más avanzada.
El paciente tiene un poder indelegable: el poder de elegir, aceptar, afrontar, reflexionar y decidir sobre su propia vida. Sin embargo, necesita saber qué es lo que está eligiendo y cuáles son las consecuencias de esa elección. Los avances de la medicina, la tecnología y la ciencia abren posibilidades sin precedentes en el campo de la fertilidad humana, pero para ponderarlos de manera realista a menudo hace falta una mano que, en determinadas circunstancias, nos guíe y disipe dudas.
Ese es justamente uno de los propósitos con los que trabajo, transmitir la idea de que, para alcanzar un objetivo, como el de tener un hijo, es decisivo tomar decisiones informadas, y que tanto los profesionales de la salud como aquellos que intentan ser padres deben caminar juntos.
Para eso es preciso educar en la anticipación de patologías para evitar complicaciones reales a futuro. Este concepto va de la mano de dos nociones fundamentales en salud reproductiva: la planificación familiar y la criopreservación de óvulos y espermatozoides.
Las razones que pueden obstaculizar la llegada de un hijo a nuestra vida son muchas, tantas como las posibilidades de hacer algo al respecto. Está en nuestras manos, elegir hacer.
Fuente: Dr. R. Sergio Pasqualini, director científico de Halitus Instituto Médico y autor del libro “Cuidar la fertilidad”.