cuidar la fertilidad

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Preservar óvulos para planificar la maternidad: las consultas aumentaron el doble durante la pandemia

El miedo al coronavirus, el dinero disponible por las restricciones a los viajes y la idea de detener el tiempo que trajo la nueva normalidad, entre las razones del fenómeno. Valeria Serrano cuenta su experiencia: “Hoy no estoy decidida a ser madre, pero no quería castigarme el día de mañana”. Valeria Serrano, de 36 años, cuenta que no pensaba en la maternidad como un deseo desde muy joven. “Nunca fui muy ‘Susanita’”, dice. Sin embargo, aclara que aunque hoy no quiere ser madre, quizá cambie de opinión y por eso contempló la posibilidad de que se concrete en el futuro. Con esa premisa, decidió congelar óvulos hace casi un año. El caso de Valeria refleja una tendencia: por distintos motivos, las consultas y realización de este tratamiento que permite preservar la fertilidad crecieron de manera significativa durante la pandemia. De acuerdo con un relevamiento de TN.com.ar, las solicitudes en clínicas e institutos médicos que realizan la práctica aumentaron entre un 60% y un 137%. Técnicamente, la vitrificación o criopreservación de las células reproductoras u ovocitos, consiste en extraerlos del cuerpo para conservarlos. Es decir, se trata de una técnica de reproducción asistida, pero, en este caso, sin realizar inseminación ni fecundación. El procedimiento, de la mano de los avances de la medicina reproductiva, otorga así una posibilidad de planificar para el largo plazo, algo impensado décadas atrás. Con la irrupción de la pandemia, y luego de un primer momento en el que se paralizó prácticamente todo, esa necesidad y la idea de “detener” el tiempo en este aspecto biológico tuvo su resonancia. “Nunca fui muy de las que desde chicas quieren ser mamás. Pero siempre tuve claro que una cambia con el tiempo. Hoy no estoy decidida a ser madre”, relata Serrano, instrumentadora quirúrgica, a este medio. “Ahora estoy en pareja, pero en ese momento no y tampoco estaba decidida a ser madre sola. No quería el día de mañana castigarme por no haberlo hecho”, agrega. En su caso, la pandemia la empujó a iniciar el tratamiento por una cuestión de tiempos. “Hacia julio o agosto en mi trabajo estábamos asistiendo de manera rotativa y como era algo que venía posponiendo , sentí que era el momento indicado”, detalla. La expansión del coronavirus coincidió por diversos motivos con la determinación de avanzar con la práctica. El doctor Fernando Neuspiller, tocoginecólogo y director del centro de reproducción asistida IVI, confirmó la tendencia a TN.com.ar. Según su experiencia, son múltiples las razones, entre las que destacó varias que se repitieron en las consultas de los últimos meses. Por un lado, el factor económico. “Mucha gente, que puede acceder, tiene más disponibilidad que antes al destinar el dinero que utilizaba para viajar o salir. Por otro lado, la pandemia generó mucho miedo a la enfermedad y deciden preservar por eso, hasta que pase este momento”, enumeró. Otro de los puntos, según consignó, tiene que ver con aquellas mujeres que buscan estar en pareja para tener hijos. En dicha clínica, durante el verano del 2021 la demanda del tratamiento de vitrificación creció en un 137%, en comparación con el mismo período del año anterior. Desde la Fundación Repro (dedicada a la investigación y la docencia en reproducción) presidida por Sergio Pasqualini, médico ginecólogo y también director del instituto médico Halitus, coincidieron en la percepción. De acuerdo con sus estadísticas, las consultas subieron un 60% y los tratamientos efectivamente hechos aumentaron un 20%. “El comienzo de la pandemia coincidió con un tiempo en el que la temática de la vitrificación de óvulos se fue instalando cada vez más como una opción para la preservación de la fertilidad y la planificación reproductiva”, aclaró Pasqualini. “Es decir, coincidió y tal vez hizo que se generaran incertidumbres que motivaran”, agregó. En este contexto, según aporta el médico ginecólogo Diego Griessi, director médico de la clínica especializada Fertilab, sobre todo el año pasado, se repitieron también dudas ante el desconocimiento del COVID-19 y el impacto que podría tener o no en la capacidad reproductiva. “Pasados los meses y observando los resultados de varios trabajos, no se pudo demostrar con la información disponible hasta ahora una influencia en estas variables”, aclaró Griessi. El factor tiempo y el parate que implicó en muchos sentidos los meses de aislamiento y de pausa de actividades, fue determinante debido a que uno de los parámetros principales que se consideran para la criopreservación es la edad de la persona. Los profesionales de los tres institutos se explayaron en este punto. Una vez que se preservó la mayor cantidad de posible según la reserva ovárica de cada paciente permanecen congelados hasta que decida utilizarlos o no. “Si bien los tiempos de los tratamientos se acotaron en los últimos años, la gran mayoría esperan menos de 5 años. Pero cuanto más jóvenes son, en general es más tiempo”, aportó Neuspiller. Sin embargo, siempre aclaran que cada cuerpo es particular y es necesario explorar la reserva ovárica en todos los casos, de forma previa, debido a que juventud no siempre es garantía indefectible de fertilidad. “Puede haber mujeres de 40 años que estén dentro del grupo que mantiene una reserva satisfactoria, y a veces hay casos de personas más jóvenes que no califican para hacerlo porque la reserva ovárica no está en condiciones”, apuntó Pasqualini. “Pasados los 40 años de edad biológica del ovocito, los resultados son pobres, ya que se observa un aumento de las alteraciones genéticas, sumado a la baja tasa de supervivencia una vez desvitrificados”, detalló Griessi. “Por lo tanto, lo ideal es hacerlo antes de los 30 años, aunque las estadísticas nos arrojan que más del 60% lo hacen entre los 35 y 39″, puntualizó. En qué consiste el tratamiento Los pasos a seguir, según explicaron los profesionales, son los mismos que los de un ciclo de fecundación in vitro. Primero se realiza una estimulación de la ovulación aproximadamente durante unos 10 días. “Se inicia en el día dos del ciclo, aproximadamente, y la aspiración folicular (método por el que se extraen los

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La infertilidad es una enfermedad que podemos prevenir y atender.

La maternidad es parte de la vida y hasta del instinto. Por supuesto, hay parejas que deciden no tener hijos y pueden llevar vidas felices y plenas. Pero nadie puede instar u obligar a la resignación a aquellos que desean fervientemente traer un bebé al mundo. El deseo de un hijo es uno de los anhelos más sublimes y tenaces de la vida. En ocasiones, es como si a las familias embarcadas en esa búsqueda los invadiera la infertilidad y se hiciera cargo de sus vidas. Aunque haya quienes todavía lo discutan, la infertilidad es una enfermedad: un sistema que no cumple sus funciones –en este caso, el reproductor– está enfermo. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), que también la reconoce como tal, la padecen casi cincuenta millones de parejas en el planeta. Muchos factores impactan en la calidad de vida y pueden alterar la capacidad reproductiva: desde el estrés y el tabaquismo hasta el consumo de drogas, el medio ambiente y las enfermedades de transmisión sexual (ETS); también, por supuesto, la edad. Cada caso es único e irrepetible, pero existen sentimientos que a menudo se comparten y reciclan: la ansiedad, la ilusión, la frustración, la desesperanza, la envidia, la vergüenza, la ira, la depresión… Y la inmensa felicidad de quienes finalmente logran el embarazo, el parto y la familia que siempre soñaron. Quizás el cambio social más trascendente sea que la mujer prioriza su desarrollo profesional y retarda la creación de una familia. Al mismo tiempo, las parejas se construyen más tarde, deciden extender su tiempo de estar solos y tienen menos hijos. Sin embargo, desde el punto de vista biológico, el momento ideal para que una mujer conciba un hijo sigue siendo alrededor de los 25 años, que es su período más fértil. Lo que constituye un claro punto de inflexión para contrastar esa realidad es que el avance de la ciencia generó una cantidad de herramientas y técnicas que ayudan a que ahora la concepción muchas veces pueda lograrse a una edad más avanzada. El paciente tiene un poder indelegable: el poder de elegir, aceptar, afrontar, reflexionar y decidir sobre su propia vida. Sin embargo, necesita saber qué es lo que está eligiendo y cuáles son las consecuencias de esa elección. Los avances de la medicina, la tecnología y la ciencia abren posibilidades sin precedentes en el campo de la fertilidad humana, pero para ponderarlos de manera realista a menudo hace falta una mano que, en determinadas circunstancias, nos guíe y disipe dudas. Ese es justamente uno de los propósitos con los que trabajo, transmitir la idea de que, para alcanzar un objetivo, como el de tener un hijo, es decisivo tomar decisiones informadas, y que tanto los profesionales de la salud como aquellos que intentan ser padres deben caminar juntos. Para eso es preciso educar en la anticipación de patologías para evitar complicaciones reales a futuro. Este concepto va de la mano de dos nociones fundamentales en salud reproductiva: la planificación familiar y la criopreservación de óvulos y espermatozoides. Las razones que pueden obstaculizar la llegada de un hijo a nuestra vida son muchas, tantas como las posibilidades de hacer algo al respecto. Está en nuestras manos, elegir hacer. Fuente: Dr. R. Sergio Pasqualini, director científico de Halitus Instituto Médico y autor del libro “Cuidar la fertilidad”. Mira la nota

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